Menciona el autor que esa noche millones de familias estadounidenses se reunieron en torno a la radio, como era costumbre, para escuchar los programas que entretenían a la creciente sociedad de masas. Durante las pausas las cadenas solían pasar noticias, por eso no fue extraño que la programación fuera dramáticamente interrumpida por un boletín retransmitido desde Chicago por el profesor Farrel, del observatorio Mount Jennings, e inmediatamente confirmado por el profesor Pierson, de la Universidad de Princeton, que asombrados contaban al mundo sobre varias explosiones incandescentes que estaban sucediendo en Marte. Finalizada la información y después de un interludio musical, nuevamente la CBS interrumpía para narrar sobre un objeto en llamas que se había estrellado en Grover’s Mill Nueva Jersey.
Posteriormente, a través de relatos apasionados, el periodista Carl Phillips informaría, desde el lugar de los hechos, que del interior del artefacto siniestrado salían unos monstruos enormes, con caras oscuras, piel brillante y ojos negros, como de insecto. Estos extraterrestres, informaba Phillips, rápidamente procedieron a liquidar a los policías de Nueva Jersey con lanzallamas. Los gritos de horror se oían con claridad a través de la radio en las salas de los hogares norteamericanos y cuando fue momento de hacer una pausa comercial, los marcianos habían atacado todo el país y las personas que se vincularon tardíamente a la transmisión y no sabían que se trataba de un especial de Halloween, entraron en pánico colectivo.
A través del prisma de la historia hoy se entiende que esa respuesta masiva era previsible. Para 1938 la radio era el medio de comunicación de mayor penetración en la sociedad norteamericana, pero los ciudadanos hasta ahora estaban aprendiendo a convivir con ella. Todos los días los programas de variedades eran interrumpidos por noticias relacionadas con la crisis económica y social que desde 1929 no daba tregua. Además, a través de las ondas radiofónicas se había vuelto común conocer relatos impactantes sobre el partido nacionalista alemán y sobre el fascismo italiano. La credibilidad de la radio era muy alta y el mundo llegaba a los americanos a través de ella. Con ésta situación, ¿por qué no creer en la invasión extraterrestre?
Ésta anécdota grafica
el momento histórico en el que se despierta en el mundo académico un creciente interés por el conocimiento y la
comprensión de los medios masivos y, en consecuencia, se desarrollan las
primeras investigaciones y las primeras teorías al respecto. Varias décadas han
pasado desde la formulación de la teoría hipodérmica, el paradigma de Lasswell,
la teoría de la información, el modelo matemático de Shannon y Weaver o tantos
otros que han pretendido explicar la dinámica de la comunicación masiva. Todos
ellos han armado una pieza del rompecabezas, pero al final muchas de las
preguntas en torno a The war of the
worlds siguen vigentes: ¿Cuáles son los alcances de los medios en la
sociedad? ¿Son agentes de movilización social? ¿Sus efectos son directos e
inmediatos? ¿El medio determina el contenido? ¿El contenido determina los efectos? ¿Se puede hablar de efectos? ¿Hay
personas vulnerables? ¿Qué papel juega el contexto?, entre muchas más.
Una de esas muchas preguntas, en una sociedad como la contemporánea y en un contexto empresarial y mediático marcado por la permanente transformación, debe estar relacionada con las consecuencias que esos cambios pueden llegar a tener en las audiencias, que en últimas son las personas.
Sin embargo, debido al acelerado proceso de transformación que vive el mundo, en general hay poca reflexión sobre lo que se está transformando. Se analizan elementos que son determinantes para un negocio, como por ejemplo el factor tecnológico y las múltiples posibilidades que éste brinda, o el impacto de la tecnología en los resultados de una empresa. Incluso se observan y transforman los procesos internos de las organizaciones para maximizar sus resultados; pero poco se estudia sobre lo que esos cambios generan en las personas, que por lo general están al final de las cadenas de producción y de servicio, pero que paradójicamente deberían ser el inicio y la motivación de toda actividad humana.
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